Antes de comenzar una breve disertación sobre quién era realmente el antihéroe ficticio del libro de Stoker, es imperativo que aclare el apodo mismo por el que se conoce a este personaje, con el fin de evitar caer en un error generalizado (y sin embargo legítimo): el nombre, o mejor dicho, el apodo exacto de nuestro Príncipe de Valaquia no es tanto según DRACULA (que no es más que una adaptación de los rumanos), sino DRACULEA. La etimología del nombre es evidente para un rumano, sin embargo lo es un poco menos para aquellos que están acostumbrados a las novelas de vampiros, por lo que se requiere una breve aclaración. Como muchos ya sabrán, el apodo DRACULEA, de cuya historia hablaré más adelante, juega con la ambiguedad del significado del sustantivo DRAC (‘dragón o diablo’), mientras que -UL no es más que un artículo definido (‘el’). Finalmente, -EA significa «hijo de», ya que el apodo de su casa vino de su padre. Dicho esto, ahora podemos centrarnos en la descripción de la verdadera historia de Vlad III.
El 8 de febrero de 1431, un grupo de nobles se reunió en Núremberg, la ciudad de las dietas imperiales, para participar en un acontecimiento histórico importante: el emperador Segismundo de Luxemburgo le otorgó el gobierno de Valaquia a Vlad II, quien vivía en su corte desde hace 8 años. El mismo día, el emperador Segismundo le dio a su protegido un collar y un medallón dorado grabado con un dragón; era el símbolo de los caballeros de la Orden del Dragón. El medallón tenía un dragón grabado, con dos alas desplegadas y cuatro garras abiertas, con mandíbula medio abierta, con la cola envuelta alrededor de la cabeza y con la espalda partida en dos, postrado delante de una cruz doble. Era un símbolo de la victoria de Cristo sobre las fuerzas del mal. Ese medallón no tenía nunca que ser quitado hasta después de la muerte; luego se tenía que colocar en el ataúd junto con el cadáver. (Sólo que ni el cuerpo ni el ataúd de Vlad III nunca se ha encontrado.)
Esta Orden fue fundada por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1387 y, como muchas otras órdenes religiosas de caballeros, sus miembros juraron proteger al monarca teutónico Segismundo de Luxemburgo y su familia, defender el imperio, difundir el catolicismo, proteger a los niños y y las viudas y luchar contra el invasor turco.
Esperando la coronación, Vlad II y su familia se mudaron a Sighisoara, Transilvania; aquí Vlad hizo constuir una ceca. Para las dos primeras emisiones, Vlad utilizó su emblema, el dragón, por lo tanto el pueblo rumano, cuya lengua deriva del latín, lo apodó Dracul (del latín Draconis; mientras que en rumano Drac significa diablo, como se mencionó anteriormente). Este apodo se convirtió en un verdadero apellido para sus descendientes, y también para su segundo hijo Vlad. Vlad III nació en diciembre de 1431. Pasó su infancia en Sighisoara y, siguiendo los pasos de su padre, fue entrenado para convertirse en un caballero de la Orden del Dragón. Así aprendió las disciplinas de la natación y la esgrima, aprendió a justar, aprendió tiro con arco y aprendió también la mayoría de las técnicas más refinadas de equitación y las reglas de la etiqueta de la corte. También aprendió la ciencia de la política, cuyos principios en ese momento eran esencialmente de inspiración maquiavélica: «Es mucho mejor para un príncipe ser temido que ser amado.» Esta corriente de pensamiento tuvo una fuerte influencia en la personalidad del joven príncipe.
Después de la muerte de su padre, Vlad III fue hecho prisionero por los turcos y más tarde sirvió como oficial en su ejército, aprendiendo algunas de las técnicas de tortura que más tarde usaría abundantemente. Una vez que huyó, se refugió donde su tío, Iancu de Hunedoara, un noble rumano; Vlad se casaría con su hija más tarde. Después de varios intentos de ascender al trono de Valaquia, finalmente tuvo éxito el 22 de agosto de 1456, a la edad de 25 años. El comienzo de su reinado se caracterizó por el paso de un cometa sobre Europa; para muchos fue un mal presagio, pero no para Vlad, que lo tomó como un buen presagio, hasta el punto que hizo grabar el cometa en un lado de las monedas (en el otro aparecía el águila valaca). Uno de los enemigos más amargos del Imperio Otomano, Vlad comenzó una reorganización del estado, el ejército y una reforma de las leyes, aplicando primero la pena de muerte mediante empalamiento para todos los que consideraba enemigos: bandidos, ladrones, mendigos, sacerdotes astutos, nobles traidores y usurpadores sajones, que pretendían reemplazarlo ya sea con su primo Dan cel Tanar (Dan el Joven) o con su hermano natural Vlad Calugarul (Vlad el Monje).
Los historiadores otomanos lo apodaron Vlad Tepes o sea Vlad el Empalador (en rumano, estaca se dice TEAPA), y por este nombre fue conocido por los historiadores rumanos. Sin embargo solía firmar con el nombre de su padre Draculea; de esto hay testimonio en uno de los primeros documentos que le conciernen, que data del 20 de septiembre de 1459 y también en el retrato de Odhsenbach Stambuch de Stuttgart.
Más adelante Vlad fue arrestado por su cuñado Matei Corvin a causa de un traidor y pasó más de 10 años en prisión en Visegard, cerca de Buda.
Regresado al trono en el 1476 gracias a la ayuda de Stefan cel Mare (Esteban el Grande), Príncipe de Moldavia, el Senado de la República de Venecia y el Papa Sixto IV, Vlad reanuda su lucha contra los otomanos, pero hacia el final del mismo año fue asesinado en Snagov por Laiota Basarab, quien le sucedió al trono de Valaquia.
Una de las mejores descripciones de Vlad III se encuentra en las páginas escritas por su contemporáneo Papa Pío II, que se maravilla del titanismo de este hombre que vivió en la época más ambigua del Renacimiento, incluyendo en sí mismo toda virtud y toda perversidad. Lo mira con envidia: «Era guapo», dice, «alto y fuerte, nacido para comandar ejércitos; pero también era un gran intelectual, vinculado a la tradición esotérica, la alquimia, la evocación de los espíritus». En resumen, la encarnación perfecta del hombre total del renacimiento.