Hollywood presentó otro dilema al BBFC en forma del nuevo género cinematográfico de terror. No es que la Junta reconociera inmediatamente el peligro que representaban las películas de terror. Habían prohibido el prototipo del género, el Nosferatu de F.W. Murnau, en 1922, pero eso fue en gran parte porque la Sra. Bram Stoker fue infatigable en sus intentos de demandar a cualquiera que adaptara el libro Drácula de su difunto marido para el escenario o la pantalla. Así que cuando el BBFC se enteró de que la Sra. Stoker estaba cerca de la pista de Murnau evitaron el peligro de ser arrastrados en tribunales negando el certificado para la película. Por lo tanto aprobaron los dos primeros ejemplos más famosos de horror que salieron de Hollywood. Drácula de Todd Browning de 1931 y el año siguiente Frankenstein de James Whale, sin mucho retraso y con cortes menores. Lanzada con un certificado ‘A’, Frankenstein podía ser vista por niños acompañados por adultos, y entre otros grupos preocupados la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad a los Niños era especialmente cautelosa de la escena amenazante en la que el monstruo de Boris Karloff y una niña del pueblo local hacen flotar flores en un estanque justo antes de que la estrangule fuera de la pantalla. Esa secuencia — que ya había sido atenuada por sugerencia de Karloff — es de hecho un testimonio de la vulnerabilidad que la estrella inglesa trajo al papel junto con la nueva capacidad de las películas habladas para crear una atmósfera de terror a través del uso de efectos de sonido y la música, más que de una acusación de lo que en realidad fue retratado en la pantalla. No obstante, el NSPCC se quejó ante el Ministerio del Interior, que recomendó que el BBFC siguiera el consejo de varios consejos locales con la introducción de un nuevo certificado especial que se designaría como «H» para «horrible».
La versión de 1931 de Drácula con Bela Lugosi como el legendario conde fue cortada por siete minutos antes de que fuera sometida a la censura y es probablemente por eso que no se encontró con ninguna oposición de la Junta. Originalmente el monstruo giraba a la niña alrededor de su cabeza antes de lanzarla al lago. Boris Karloff sugirió con éxito que la escena fuera reemplazada por flores flotantes; sin embargo Frankenstein (1932) planteó problemas para el censor.